Purmamarca con las chicas de Jujuy

Me fui a primera hora a Tilcara. En el bus coincidí con Rosa, una chica de Humahuaca que vive en Buenos Aires. Hoy parte para allá, se despide con pena de su familia. Dice que a veces lo dejaría todo allí y se volvería a su tierra, pues se vive de forma tan distinta…Pero claro aquí tendría que vivir con sus padres y es difícil encontrar un trabajo donde le paguen lo que gana en BsAs, pues a pesar de los gastos se ve que le compensa. Rosa, qué maja, nos faltó tiempo!

Al llegar a Tilcara no eran más de las 10 de la mañana y empiezo toda confiada a buscar alojamiento. Al poco tiempo me percato de que está todo lleno. Carteles de no hay disponible, y dos sitios donde me dicen que quizás tengan algo un poco más tarde, (cuando se haga el check-out) pero a precios de Río de Janerio en Reveillon. Es el Enero Tilcareño y además estamos en fin de semana, osea que hay mucha demanda y por tanto abuso!!. Me niego a pagar esto de nuevo! Después de consultar al menos 8 lugares, mis ánimos van decayendo, además me acuerdo de que me he dejado la toalla en el hostel de Humahuaca, y ya era lo que faltaba para ponerme negra!!. Voy dejando cosas por todas partes, la primera semana me dejé las gafas de sol no sé donde, hace unos días perdí una camisa y ahora la toalla, que además es de las que se secan enseguida y no ocupan nada. Aquí no he visto que vendan. Aggg, qué rabia!!!, pero no podía volver, pues iba a perder mucho tiempo.

Este es uno de los momentos del viaje en que por segundos lo ves todo negro, piensas que eres muy desafortunada, que no puede pasarte nada peor. Lo comentaba el otro día con otros viajeros. Creo que en la vida también nos pasa a veces. Y luego con un poco de distancia te das cuenta de que son pequeñas cosas, que no es nada grave, lo único que en ese momento eso para ti es lo que más importa. Mientras escribo lo de Tilcara y lo releo pienso que no os puedo transmitir mi desencanto y mi desazón, ya ni la siento, pero creedme, tenía que ver Tilcara y Purmamarca y tuve que despedirme de Tilcara antes de conocerla. Y además volver a perder algo… me da rabia perder cosas, sobre todo porque la había dejado secando un poco pero lista para cogerla (ejem, tomarla!) y colgarla de la mochila. Lo tenía controlado!!! Me enfado conmigo!!!

Pero en la marea de maldiciones hay que pararse y pensar con algo de racionalidad. Si algo se resiste mucho pues se deja pasar. Otra vez será!. Mejor enfocar la energía hacia otra cosa y pensar que ya que el día no empezó de la mejor manera, era muy, pero que muy fácil mejorarlo ;-).

En definitiva, tiro del plan B 😉 : Decido ir a Purmamarca y además ya ni buscar alojamiento por allí, pues iba a ser una hazaña igual o mayor que en Tilcara. Tan pronto como llegara me compraba el billete último a Salta, dejaba los trastos en algún sitio y aprovechaba el día al máximo. Quería visitar las Salinas Grandes y el cerro de los siete colores. Ya estaba decidido! Adelante!!

Y así hice, nada más llegar busqué la boletería y compré el bus de las 18:40 a Jujuy pues no había directo a Salta. Pero en Jujuy esperaba encontrar un bus a Salta esa misma noche. Dormía en Salta y al día siguiente a visitar la ciudad colonial. Un plan ambicioso pero no imposible ;-).

Las Salinas Grandes

Dejé los trastos en la tienda de Mercedes que también actuaba como guardería (de equipajes, aquí les llaman guardería a los guardaequipajes, me encanta!) y pregunté por el transporte a las salinas. Estaba muy organizado el negocio. En la esquina siguiente un grupo de conductores con tarifa establecida de 60 pesos per person, organizaban los grupos. Cuando llegué habían 3 chicas así que como eran 4 plazas hicimos grupo. Y piña! Son las chicas de Jujuy y mis chicas de Purmamarca!. Enseguida me acogieron como una más. Mariana, Lorena y Sonia. Son estupendas. Son amigas y viajan por los alrededores de su ciudad pues tienen mucho que conocer. Es lo que tiene vivir en el noroeste andino, una región fascinante ;-). El trayecto fue largo, así que hablamos y luego al llegar a las Salinas paseamos juntas y compartimos las sensaciones de estar en este gran salar, de podernos mojar los pies y caminar descalzas sobre las placas de sal. Fundamental descalzarse y caminar por la salina, si no, no es igual. A veces pinchaban las placas pero era una gozada igualmente pasear. Están en una gran llanura y con montañas a lo lejos. El contraste del blanco imponente de las salinas con el marrón de las montañas lejanas y el azul intenso del cielo con esas nubes magníficas, es indescriptible. El día era tan espectacular que la visión era más que hermosa y la sensación de poder estar dentro de la salina lo hacía todavía más alucinante….

Aunque estas salinas son grandiosas dicen que el Salar de Uyuni en Bolivia es más impresionante. Habrá que verlo, pero en otro viaje 😉

 

Luego había puestos de figuritas de todo tipo realizadas con sal, sobretodo llamitas, lechuzas… Sonia vió la gracia que me hicieron las llamitas y me regaló una. Tremenda, no pude decir que no y me lleve la pequeña llama de recuerdo de un gran día.

Ojo al atuendo de los vendedores de los puestos, que parecen del ejército sandinista. Todo para protegerse del sol que aquí se refleja con una fuerza que literalmente quema.

Cerro de los siete colores 

Al llegar a Purmamarca el pueblo estaba más que animado, las calles llenas de gente. Paramos a comer unas empanadas buenísimas. Probamos la empanada de llama, riquísima, y luego nos fuimos caminando a pasear por el cerro de los 7 colores. Hicimos primero el paseo de los colorados y luego subimos a un pequeño montículo para tener mejor vista del cerro. Espectacular una vez más el fenómeno de la diversidad de color en estas montañas a causa de una compleja historia geológica y la participación de movimientos tectónicos. Hipnotizante!

Luego aun me quedaba una hora para mi bus y paseamos por las calles. Se oía música por todas partes. Fuimos buscando a los músicos, la plaza estaba a rebosar, un montón de puestos de artesanía y montones de turistas. Y entramos en una peña, era música al aire libre, y la gente muy animada, una especie de verbena diurna. Bailamos un ratillo y luego yo ya tuve que despedirme de mis chicas. Había sido un día muy completo y con compañía inmejorable. Hasta la vista chicas, espero un reencuentro 😉

Me subí al bus y 1,5 horas a Jujuy, llegué sobre las 20 horas, la estación a rebosar, y un bus de una compañía salía a las 21:30 y llegaba a las 00:30, mientras que en otra compañía salía a las 20:15 horas, pero había una cola increíble para sacar el boleto. Un hombre me deja pasar y son solo 4 personas delante, pero son de lentosssss, de verdad, a veces me recuerdan al sudeste. Para comprar boletos se toman su tiempo, no existen las prisas. Aggggg, que me los como!!! Y yo toda estresada queriendo coger el bus. Me toca el turno y me dice el vendedor que el bus está todavía en la plataforma 1 y que aun puedo tomarlo. Voy lanzada y el bus saliendo ya de la plataforma marcha atrás. Pero esto no es Japón, lo paro como puedo y me dejan subir. Uffff, menos mal! Ahora a relajarme un par de horas, y luego a la aventura de la búsqueda de hostel en Salta.

Como ya dijimos el día iba a ir mejorando, así fue sin duda y por tanto encontré lugar en un hostel cercano a la estación.

Me fui a cenar a una pizzería que era lo único abierto a esas horas y el niño de una mesa cercana quiso jugar conmigo. Tenía como Cris, mi sobri, unos 3 años, y era un polvorín. Benjamín! no paraba de decir cosas y luego acababa las frases con viste?. Una  gracia! Cuando acabaron de cenar y ya se iba la familia, vino directamente a mi para despedirse y me dio un beso. Lástima que no llevaba la cámara encima para inmortalizar al pequeño Benja 😉

Buenas noches viajer@s, a descansar de un día más que intenso….