De Bab Okla a Bab Tut, encuentros y tortillas

Mediodía en Bab Okla 

Decidí seguir con la medina, ya más mía que de Tetuán. Objetivo: Bab Okla y Bab Taut, en puntos opuestos. Me acompañó Fanny, una chica que también se alojaba con nosotros y era de Fez, no conocía la medina y Nordin me la encomendó. No sé cómo nos aclarábamos, porque ella no pillaba mi francés y no compartíamos más idiomas, pero nos entendíamos merced a la voluntad.

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Bab Okla se ubica al este de la medina, así que me encaminé a Bab Ruah ─la deslumbrante y bien bautizada Puerta del Viento─ y transité bajo las arcadas de la calle Tarrafin. Pasamos por el mercado de pescado, todo fresco. Maravillosos peces espada asaltaban nuestros ojos, abundantes vendedoras de higos chumbos luciendo su sombrero tradicional de borlas pigmentadas adornaban la estrechez de las calles, las omnipresentes especias con su polvo cónico, fascinante colorido y aroma nos cortejaban….

Os recuerdo el tema de los dulces, esto es la perdición de los golosos, insectos incluidos.

Los vendedores, siempre amables, me permiten fotografiarles, pido permiso por pura cortesía, segura de que accederán. Y lo hacen siempre con una adorable mezcla de resignación y afecto. Me encanta la gente de Tetuán, son tranquilos, amables, sonrientes, como africanos me leen el pensamiento y de alguna manera siempre me van acompañando. Por eso me gusta esta ciudad….y porque es fácil, especial, preciosa, encantadora, algo mágica y olvidada por los turistas.

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Llegamos a Bab Okla, también Puerta de la Reina, observamos su fuente contigua, traspasamos su arco apuntado estilo árabe y bajamos la escalinata para enfrentarnos a la Casa de Artes y Oficios, precioso edificio de aire colonial respetando la arquitectura tetuaní en verde y blanco.

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A la vuelta nos perdimos intencionadamente, ¡una experiencia fantástica!, cuando deambulas y tropiezas con algo sorprendente o simplemente bonito la sensación de fascinante regalo no es fácilmente igualable.

Dimos con unos preciosos rapaces, la pequeña con gafitas era una gracia, le encantaba que le hiciera fotos besando a sus amigos mientras, muy cuca ella, miraba de reojo a la cámara. No se nos despegaba, nos seguía por las calles.

Magníficas personitas, qué fácil nos lo ponen para hacer amigos.

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Te con Ahmed

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Tras el exquisito cus-cus en Cafetería La Unión, busqué Bat Tut y decidí localizarla desde fuera de la medina. De camino me topé con una maravillosa casa, la verja estaba abierta, y aunque vi varios oficiales apostados en el jardín, decidí comprobar si una vez más ser mujer, extranjera y sonreír podía abrirme puertas no accesibles al público. Un agente se acercó hacia mí y me dijo que no podía pasar, lo sentí dudoso, esperé… se lo pensó y me dijo que adelante. Avancé por el jardín y al final y dirigiéndose a mí estaba Ahmed. Con su chilaba, sus chanclas y una afectuosa bienvenida, me pregunté si me esperaba.

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Simpatizamos con facilidad, yo le preguntaba curiosa y él contestaba ampliamente. Me dijo que me enseñaría la casa, le dije si no nos dirían algo los policías y respondió con vehemencia que él mandaba allí. No sé qué cargo tiene porque me lo decía en árabe e ignoro la traducción pero el grupo de agentes apostado en la puerta le obedece y tiene varias fotos con el rey de Marruecos en la pared de su despacho.

De la casa lo mejor es la fachada, el jardín, el estanque, y luego la terraza y su vista. En el interior unas más que modestas oficinas donde parece gestionan pasaportes, partidas de nacimiento y permisos. La parte superior estaba un poco abandonada, como ya habíamos traspasado la barrera de la confianza le dije que tendría que decir a las señoras de la limpieza que subieran de vez en cuando y lo adecentaran. Me dijo que sí.

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Me invitó a un té. Fue a pedir a los agentes que lo fueran preparando y él sacó una mesa y sillas y montamos un picnic improvisado en el jardín. Frente a esa magnífica casa, a la sombra del huerto decorativo y con una brisa africana más que agradable podía viajar a los tiempos del protectorado ─esa sutil colonización que llevamos a cabo en tierras norteafricanas─  y convertirme en la señora española de la casa, o tranformarme en una tetuaní de pro calzada con chilaba y pronunciando la extraordinaria lengua árabe.

Ahmed tiene familia pero a tenor de sus palabras su hogar está entre estas paredes, adora su trabajo, es su vida, habla de él con devoción. Sale de aquí a las 21 horas todos los días y no sabe, ni parece que quiera saber, de vacaciones.

Me despedí, le había cogido cariño, es un gran conversador, sabe muchísimo, sobretodo de Tetuán. Volveré a verte, Ahmed─ le dije─. Sonrió. Supo que lo haría.

Tarde en Bab Tut

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Alcancé la puerta, que con disimulo se ocultaba tras una retahíla de puestos ambulantes. Adentrándome, pisé de nuevo la medina, a mi diestra calle Tranqat , atestada de verduras, pescado, frutas., etc. Ya frecuentada en mis paseos pero disfrutando como si fuera la primera vez: soberbios artísticos salazones secuestran mis pupilas, las atestadas microtiendas multiplican su espacio en la estrechez de la calle mostrando majestuosamente centenares de productos en montañas de colores, nivelazo de merchandising africano, las pollerías cual minigranjas con gallinas en vivo, huevos a 1 dirham. Al final de la calle, a la derecha, la calle Kaid Ahmed, el señuelo de agentes perfectamente uniformados me conduce a Hotel África… nos acercamos al Feddan, el lugar donde durante mi estancia descansa El Rey…

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Merienda en familia 

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Al llegar a casa ─Hotel África─ teníamos nuevos inquilinos, una chica jovencísima con su pequeño Mohamed, ambos de piel negra africana. Ella es de Senegal pero vive en Rabat, está en Tetuán porque su marido ha tenido problemas con la justicia, parece que por cuestiones relacionadas con salud pública, y lo tienen detenido, aunque parece que pronto lo liberan.

DSC_0747No hice más que atravesar la puerta de nuestro humilde riad y saludar, y enseguida Nordin me llamó para que subiera. Como ya sabéis, es un pequeño brujo, sabía que a mi me iba a encantar el encuentro, soltó al crío en mis brazos, y yo volví a mis tiempos por mi amada África negra a recordar cuantas criaturas habían dormitado en mi regazo. El crío estaba hermoso, lucía mofletes y labios densos, como era de esperar no hizo ni ademán de rechistar con el pasar de brazos.

Noche de tortillas

Tuve que salir a hacer la compra, hoy teníamos cena española, no me la jugué a una paella ─básicamente porque hubiera sido mi primera paella─ y aposté sobre seguro con la tortilla de patata. Jamile me ayudó, por no decir que yo le ayudé a ella. Es muy trabajadora, generosa sin límites, un día le pregunté dónde había jabón para lavar la ropa y me insistió en lavármela ella, como brindándome ese regalo. Por su puesto no se lo permití pero todavía le estoy agradecida, no estoy acostumbrada a este tipo de ofrecimientos ;-).

Sus vacaciones han consistido en cambiar de aires, ella está de descanso por aquí pero no para de trabajar, entiendo que es por su educación.

Hice mi primera tortilla en un pequeño hornillo de gas sobre botella. Cuando Juan y Munir entraron en la cocina y la vieron se esforzaron por disimular el susto. Prometí mejorar, afortunadamente así fue, nos costó tres horas cocinar tres tortillas. Yo veía cada vez más gente en la mesa, confiaba que no se quedaran todos a cenar, había un par de huéspedes nuevos, unos franceses amigos de Tea. Reconozco que sentí un poco de rabia, ¿De verdad que tenemos que compartir las torrillas con ellos? ¿Por qué Nordin invita a todo el que se aproxima a la casa? ¡Si ni siquiera hay suficientes sillas para todos los que somos! La vena occidental aprieta fuerte, a veces no entendemos nada, solo cuando empezamos a cenar ─ mano sobre tortilla, al uso marroquí ─ y vi la satisfacción y el disfrute en el rostro de los comensales alcance a comprender, todo eran palabras de agradecimiento, algunos se interesaban por la receta. Fue un orgullo que todos las disfrutaran, parece que nadie se quedó con hambre.. la palabra hermandad, un término casi perdido en nuestras latitudes, renace aquí con todo su sentido.

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Aparentemente una etapa más, ciertamente cuaderno de una jornada… pero yo más bien los siento como una vida de un día…. Un abrazo, viajer@s…

 

 

 

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