Punto de partida: la Gran Mezquita
Juan me propuso visitar varias casas de la medina. Como ya os he dicho es arquitecto técnico y ha trabajado elaborando un catálogo de alguna de las más notables casas. Confirmo que la fortuna me persigue, esta es una oferta irrenunciable y absolutamente única. No solamente el acceso a las casas, sino disponer de un profesional como guía.
Quedamos en la Gran Mezquita, Juan no tenía muy claro que yo pudiera llegar sin vagabundear demasiado y se ofreció a recogerme, pero le dije que no. Me quería poner a prueba a mi misma y ver si era capaz de llegar desde Hotel África a la Gran Mezquita. (los planos de que dispongo no recogen el entramado de la medina). Y lo fui! y más difícil todavía… sin preguntar a nadie ;-). Por el camino pasé por la calle de los desayunos, un callejoncito lleno de pequeños puestos con oferta diversa para el tentempié matutino y me paré para degustar un maravilloso zumo y unas magdalenas.
Juan me esperaba con su compañero de piso y con el primo de Munir. Majísimos ambos!
Casa Ben Jelloun
Acudimos a la primera casa, un riad del siglo XIX construido por una familia Fasi (proveniente de Fez) y que actualmente ejerce como residencia de estudiantes del gobierno francés. Impresionante! Muy bien cuidada, el patio central siempre es asombroso. Algunas casas ─las pudientes─ han cubierto el techo del patio con cristal a modo de lucernario.
Un Riad es una casa tradicional marroquí. Riad significa “Jardin” en árabe. Todas sus estancias están dispuestas hacia el interior, hacia el patio (el jardín), lo cual priva de cualquier vista posible de las estancias desde el exterior . La entrada normalmente abre sobre un pequeño pasillo en codo para mantener la privacidad de la parte central. Al girar se encuentra el patio y en el centro del mismo, o en uno de los laterales, siempre se ubica una fuente. El riad generalmente se organiza en tres niveles: planta baja, primer piso y terraza.
En Ben Jelloun recogíamos a los dos arquitectos franceses y a una mujer que daba gusto y envidia escuchar. Habla francés como francesa, castellano cual española y árabe como auténtica árabe, que es lo que es, porque es tetuaní, aunque tiene un aire perfectamente francés. Rabih se llamaba y era vecina de Juan, me dio unas indicaciones para Tánger pues había vivido allí muchos años.
Juan sabe mucho, nos dio mucha información sobre aspectos arquitectónicos, es patente su ilusión por su trabajo. Se encargó de catalogar unas 200 casas de la medina de las 4.000 existentes, yo creo que debe ser la persona que más casas ha visitado por no decir que debe ser la persona que más sabe sobre el valor arquitectónico de las edificaciones de la medina. Le auguro un gran futuro como profesional en Tetuán. Además de que se lo merece creo que ha llegado en el momento oportuno. Algo tiene que hacerse con estas maravillas de casas que por ahora no son visitables.
Por si la casa no fuera suficiente, la perla es la terraza con la vista de la medina. Espectacular! Según Juan signo de la grandiosidad de la casa es el perfil amurallado de los muros. Enfrente, la máxima visión de la Gran Mezquita que puede tener un no musulman: se observa la estructura de la cubierta y el minarete se alcanza con la mano.
Cuando ya nos íbamos alguien pregunta por una especie de armario y al abrirlo da paso a unas escaleras hiperverticales. Se trata del camino al hammam, propio de una casa de postigo. Es curiosísimo! Fijaros si el hammam es vital para esta cultura, que resulta que las casas importantes tenían un horno en la otra parte de la calle, y el baño de vapor se ubica justo encima del horno, ya que es el único sistema del que se dispone para obtener el calor requerido. Efectivamente, al salir de la casa nos topamos, en la esquina, con el Horno Sbat el Odul, de principios del siglo XX.
Casa de Mohamed
Se trata también de una estructura de riad pero más humilde, es la casa de Mohamed, un amigo de Juan, que nos permitió su visita. Aquí viven varias familias, y el deterioro de la casa es preocupante.
Pagan rentas bajas a una especie de sociedad estatal. Parece que con ese dinero no se puede hacer frente a la rehabilitación que piden a gritos muchas viviendas.
Aquí la terraza forma parte de la muralla de la medina. La vista es extraordinaria: enfrente el cementerio árabe. Cuando me acerqué a Bab Ceuta me pareció grande, pero no tenía ni idea de lo que realmente abarcaba. Aquí la visión es magnífica. Os digo, jamás pensé que tener vistas a un cementerio pudiera ser tan fantástico. Es un lugar de paz.
La casa de la habitación del agua
Una pareja de señores mayores conocidos de Juan nos abrieron su hogar. Eran la mar de amables y tenían la casa muy bien cuidada, con las limitaciones que representa la edad de la edificación y la falta de recursos. Humilde pero preciosa.
En este caso la fuente no se hallaba en el centro del patio ni en una de las paredes laterales, tenía su propia estancia «la habitación del agua» (magnífico nombre!). A destacar también las bóvedas en trompa, por lo curiosidad de su forma y por su escasez.
La verdad que como tantas veces, el grupo es estupendo, todos muy motivados con la visita y admirados con el recorrido.
Casa Sellam El -Haj, del siglo XIX,
Nuestra última visita fue una casa distinta, muy cerca de Bab Saida. Entramos por un gran jardín ─mejor dicho por lo que fuera antaño, porque ahora es solo un rastro de abandono─, nos adentramos por las columnas del porche y seguimos admirando ruina: una habitación demolida, montañas de coloridos azulejos aparentemente irrecuperables, mosaicos perdidos en su deterioro… No entendí como Juan decía que era la casa más grandiosa de todas, la que él se quedaría… hasta que llegamos al patio central. Entonces, a pesar del lamentable estado y de la amenaza de derrumbe, pudimos apreciar que nos encontrábamos ante un auténtico palacio. Un potente aire de Alhambra impregnaba la sala y sus estancias laterales, era algo mágico… Nos silenciamos mientras viajábamos a un tiempo en el que fue próspero. Variábamos de la admiración a la indignación, pues clamábamos que era un crimen permitir la destrucción de esta maravilla, ya que según Juan, al dueño tetuaní solo le interesa venderla o dejar que se convierta en escombros y así poder edificar de cero. Salimos con tristeza.
Abandonamos la casa por otro acceso, el del cuco callejón lila flanqueado por preciosas plantas a las que nunca llega el sol. Si bien la callejuela estaba impecable y era una monería, nada hace sospechar que tras esos muros se esconde una mansión evocadora de las mil y una noches. Rabih, la mujer tetuaní, nos contaba que entre sus memorias de infancia se hayaba aquella fiesta a la que acudió en la casa y a la que también estaba invitado el rey de Marruecos, todo era esplendor y riqueza…Ahora solo el recuerdo y nuestra imaginación alimentan el cuento.
Moroccan lunch
Juan y el primo de Munir me llevaron a este pequeño restaurante donde ellos eran asiduos. Era reducido, por no decir mínimo, pero acogedor y con fieles y amables feligreses.
Elegías la cazuelita que más te gustaba y a comer!. Tenía todo una pinta buenísima, casero, casero. Yo por supuesto me fié de lo que eligieron mis anfitriones y compartimos varios platos. Todo estaba increíble!
El ambiente inmejorable, como estar en casa una vez más. Me despedí con un último y magnífico té. Dejaba Tetuán.
Hasta luego Hotel África
Llegó el momento de decir adiós a Hotel África. A las 17 horas cogía el bus para Tánger. Nordin me invitaba a quedarme gratis una noche más, sé que lo decía de corazón, y así se lo agradecí yo. Hice una foto a mi habitación, una habitación sin llave pero con tres camas para mi ;-).
Tuve suerte de llegar y que el grupo estuviera en casa. Todavía comiendo, me invitaron a que me uniera. Me despedí de todos y le di un último achuchón al pequeño Mohamed.
Aun así y contra todo pronóstico no me fui triste, me sentía querida, entre amigos para siempre, y me fui feliz tras este gran descubrimiento que es Tetuán, porque sé, viajer@s, que no tarde, volveré….