Amanecí, arregle mi mochila y desayuné. Me despedí de Momsa, la viva gobernanta del hostel, y del amable y dispuesto dueño de Paradise. Lo hice todo de forma mecánica, sin querer pararme a pensar. A pensar que me iba…
Acompañada hasta que paró la combi en la puerta de Paradise, la tomé, me bajé en el Ayuntamiento y fui directa a la agencia del bus. La negra que me había vendido el billete y que parecía seria, a mí siempre me sonreía y enseguida me indicó donde dejar la mochila.