Acertadísima extensión a Zimbabue

Para llegar a Vicfalls me uno a un equipo de australianos que viajan en familia con un guía. Jensey es el patriarca y el hombre es más que amable conmigo. Entre curioso e integrador me pregunta sobre mi viaje, y sobre España. Me preguntan más cuando observa en la frontera mi pasaporte cubierto de sellos, ya que con dificultades encuentro espacio para la visa de Zimbabwe al coste de 30 $. Él también me cuenta, y me presenta a toda la familia. Resulta un viaje agradable, aunque a medida que avanzamos me doy cuenta de que lo podía haber hecho por mi cuenta y me hubiera ahorrado una buena parte de los 30 $ que he pagado por el transporte. En fin, a la próxima ya lo sé.

Mi calurosa bienvenida a Zimbabue ha sido obra de dos agentes de inmigración que al ver mi pasaporte me han recibido con un “buenos días” y un “cómo estás?” con acento no español. Recibimiento atípico en el sellado de pasaportes. Un buen comienzo y augurio de lo que me depararía este nuevo pero pronto familiar país.

No formaba parte de mi plan de viaje Zimbabue. Tenía previsto visitar las cataratas, que es lo que hace el 100 % de los viajeros que recorren algún rincón del sur de África. Pero tenía tiempo y como Adela y Paco me habían hablado muy bien de este país, decidí recorrerlo en los 12 días de viaje que me quedaban. Sabia decisión!

Quedo con el chofer que me acompañará a una guest-house, y si no tienen sitio iremos a otra, ya que están un poco dispersas. Quedamos en que los lleva a ellos primero. Y les deja en un resort de muchísimo nivel donde los reciben con alfombra roja. Seguramente en esa noche se dejan en el alojamiento la mitad de mi presupuesto de viaje ;-).

La primera guest-house no me ha cuadrado, así que me he quedado en Shoestring, que está al lado de la calle principal.

Tras ubicarme en mi dormitorio, me he ido a buscar algún transporte para organizar mi vista al Parque Nacional de Hwange.

Vicfalls es una ciudad que debe su existencia a las cataratas, de ahí su nombre. Tiene una calle principal que es donde se desarrolla la mayor parte de la actividad. Vendedores de periódicos, comerciales de las agencias de viaje, taxistas y demás oficios la pueblan… y la cruza la Avenida de Linvinsgton, donde hay un complejo de tiendas exclusivamente destinadas a los turistas. Siguiéndolas llegas a las cataratas y a la frontera con Zambia.

Enseguida me han asaltado varios agentes para ver qué buscaba, pero estas gentes lo hacen con estilo y con gracia, no agobian y son amigables. Pero además de los comerciales interesados en hacer migas para desviarte a su agencia, el resto de personas en la calle me sonríen y a la mínima me saludan con un How are you? Algunos que detectan o intuyen que soy española se lanzan con un “Hola”.

Me quedo asombrada y encantada. Vaya con los zimbangueses! Cómo en tan pocos kilómetros puede la gente tener un aire tan distinto!. En Namibia era difícil el contacto con la gente por la falta de transporte público y sobretodo porque había poca gente y muy dispersa. En Botswana la gente era amable, bastante más cercana y con sonrisa muy fácil, aunque parados y casi siempre había que adelantarse a ellos. Pues aquí en Zimbabue son extrovertidos, simpáticos y muy vivos. Basta un simple paseo para darse cuenta.

En poco más de 12 horas que llevo aquí he tenido ya cuatro proposiciones de los zimbaueses, que oscilan de lo más formal a lo más casual. Yo según el caso contesto introduciendo el elemento novio o llegados al caso, marido en España que por motivos de trabajo no ha podido acompañarme ;-). Porque eso sí, son preguntones.

Muchos tienen aspecto jamaicano, me acuerdo de cuando a los indonesios Eva y yo les llamábamos los jamaicanos del sudeste, pues aquí lo mismo.

En Vicfalls encuentro a Farai. Es uno de los comerciales y sabe algo de español. Hemos coincidido varias veces por la calle y nos hemos llevado bien. Por la tarde me ha visto en el cibercafé y me ha dicho que me pasara cuando acabara por el bar de enfrente. Como tenía que hacer tiempo para ver si volvía a funcionar la wi-fi, me he acercado a probar la cerveza zimbabuesa a Invuvu Bar. Todo era gente local, yo la única blanca. Se me ha presentado bastante gente, entre ellos Togu, un keniano que es guía turístico a la par que conductor, y que está esperando que le llegue su próximo grupo de turistas. Aunque me dicen que me quede, tengo hambre y me voy a la guest-house a cenar. Nos vemos mañana!

Farai quiere practicar su pequeño español, es muy ducho para los idiomas, habla 7 lenguas: entre ellas debele, shona, zulu (muy similar al debele, me informa), inglés…Hacemos un pacto, él me enseña la ciudad no turística y me lleva a comer a sitios de comida local. Lo que abunda en la calle principal son los establecimientos de comida rápida que ya me aburren. Y así lo hacemos, y de forma ni escrita ni hablada por el precio que hubiera pagado yo por comer en la calle principal, pago por los dos en los sitios donde él me lleva. Luego me enseña el río en su momento previo a desbordarse por la catarata, un paisaje precioso, conocido como “The Rock”. Nadie en los alrededores, solo unos elefantes en una isla en medio del río, ni en Zambia ni en Zimbabwe.

Y también descubro gracias a él, el humilde y pequeño mercado de Vicfalls. Pequeño pero encantador. Cómo echaba de menos mir mercados!!…No hay blancos en toda la zona, los niños cuando me ven me gritan “Khiwa” , la única palabra en debele que conozco. Significa “blanca”. Los niños son preciosos, con esos grandes y hermosos ojos sobre la pequeña piel negra. Se dejan fotografiar encantados. Luego siempre les muestro las fotos, a ellos y a sus madres que me han permitido la fotografía, y se divierten mucho viéndolas. A veces llaman a más gente de alrededor para mostrarla. Parece que para ellos es un acontecimiento.

Como ya acostumbramos en el sur de este continente, en las ciudades de Zimbabue también hay una zona comercial-administrativa (la calle principal y alrededores), y luego, casi siempre alejados un par de kilómetros , los township, que es donde vive la gente y donde hay restaurantes asequibles a sus bolsillos. (Bueno, la palabra restaurante nada tiene que ver con nuestro concepto, nosotros siendo generosos lo llamaríamos “bareto” ;-)). Yendo con Farai me adentré en el Township y por 2 $ teníamos un plato de arroz o sima con pollo, lo que contrasta con los precios de los establecimientos de comida rápida, donde la mínima hamburguesa o pizza cuesta 5 $ y es realmente escueta. Eso sí el pollo más bien escaso, aunque suficiente. Sobre la sima os hablo más adelante.

Una tarde nos fuimos con el coche de Timbo a un lugar con una bonita vista. Timbo es una amigo de Farai que el día anterior nos había acercado al mercado. Aunque Timbo se ofreció me pidió algo de dinero para poner gasolina pues el lugar estaba fuera de la ciudad. Él no llevaba dinero encima pero sí una cerveza entre las piernas. Si lo llego a ver antes no le doy el dinero!. El coche era un absoluto cacharro, un trasto con todas las de la ley. Nos quedamos tirados al poco de dejar el township, se acercaron varias personas a ayudar, uno de ellos mecánico, al que según me dijo Timbo, luego le tendría que dar algún dinero. Yo mientras me hacía fotos con la gente que pasaba, o las pedía yo o me las pedían ellos.

Milagrosamente el coche funcionó pero hacía cosas rarísimas. Timbo trabaja en una funeraria, tiene una especie de nómina, que me enseñó, que no llega a los 450 $, luego saca dinero haciendo trabajos extras. Como de taxista, no? Le digo yo. Sé ríe. Timbo es majo pero se pasa de espabilado. Dice que todo los días bebe al menos 8 cervezas. Aquí la gente bebe mucha cerveza porque es muy barata. No sé que porcentaje del salario se dejarán bebiendo pero seguro que no es poco. Es algo que me indigna!

Cuando paramos en el mirador había un bar y me pide dinero para una cerveza. Yo le dije que ni hablar, que se la financiara él, y menos conduciendo. Al final me estiré y les invité a un refresco. A la vuelta ya oscureciendo me sorprendió gratamente que funcionaran las luces, pero mi alegría cesó pronto porque pinchamos. De noche y en medio de la carretera, casi nadie pasaba, así que la jugada era hinchar la rueda con un inflador automático que encontraron debajo de un asiento, cuyos cables conectaban al motor y rápidamente subir al coche para avanzar hasta que se volviera a desinflar totalmente. Y entonces otra vez la misma operación. En los avances el coche más que desequilibrado iba de lado a lado, menos mal que no había tráfico y no cogíamos velocidad. Yo ya tenía ganas de llegar, aunque fue divertido al principio, ya estaba cansada de tanto This is Africa! 😉 Llegamos a una casa que hacía las veces de taller. Dos hombres con un mono ruinoso se acercaron al coche. No había luces y toda la operación de reparación la solventaron con la luz del móvil. Pero había que pagar al mecánico si quería que luego me acercara a la guest-house. Un taxi donde estábamos costaba más de 5 $, así que finalmente pagué los 2 $ que valía el trabajo de los mecánicos. Son desquiciantes a veces y me enfadé con Timbo porque me paró en un sitio para comprar la cena y luego me viene con el cuento de que le ha llamado su hermano, que necesita el coche y que no puede llevarme a la guest-house. Qué liante, por favor! Hasta que no me devolvió los 2 $ no me fui, y le dije de todo. Era tarde y estaba cansada.

A pesar de todo, sé que me gusta este país y sus gentes. Son muy amigables, dispuestos, pacientes y me hacen sonreír todo el tiempo. Y siempre se adelantan a la ayuda. Me leen el pensamiento… Estoy como en casa…como en Asia….

 

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