Inmersión en Bulawayo

Un día en Vicfalls, por la mañana, salí a tender mi toalla al jardín de Shoestring y habían dos tiendas de campaña. En una de ellas estaban Miriam y Beto, dos gallegos majísimos que me dieron muchísima información sobre Zimbabue. Como no tenía pensado viajar por aquí no tengo guía y voy moviéndome con la información que consigo de otros viajeros. Me vino superbien encontrármelos. Ellos me hicieron cambiar de planes e incluir en mi recorrido el este del país. Así que en lugar de ir a Harare me iba primero a Bulawayo. Y como ellos me recomendaron cogería el tren, que aunque más largo es toda una experiencia.

Farai me invitó a casa de su hermana en Bulawayo. La llamó y parece que le venía bien que fuéramos. Me pareció buena idea y mejor forma de conocer el país y sus gentes.

El tren sale a las 19 horas de la estación de Vicfalls y son prácticamente 12 horas de viaje, un recorrido que en bus o combi se hace en 6 horas. Y es que para cada dos por tres y un buen rato. El precio en primera clase son 12 $ con solo dos niveles de camas, el de segunda clase son 10 $ con tres niveles de camas y el económico son 8 $ con solo asiento. El expendedor de billetes me dijo que no me vendía esta clase, y como en 2ª clase no quedaban camas tuve que ir en primera clase. Farai cogió la clase económica. Miriam y Beto también cogían el mismo tren.

No creáis que la 1ª clase hace honor a la magnitud del término ;-). Os habréis hecho una idea con el precio. El tren es una absoluta antigualla, deteriorado y no impecable, y lo que llaman cama es una especie de asiento de plástico duro horizontal. La mía tenía una raja que permitía ver y salir la espuma.

Me organicé mi campamento en el tren. Cené un sándwich de tomate y aguacate, algo de fruta, y me dispuse a dormir. Con bastante frecuencia en su recorrido, el tren hacía giros de forma que todo él se movía y vibraba, y la locomotora aullaba. Y en mi cama, desde lo alto, percibía el efecto multiplicado, de forma que mi dormir fue intranquilo.

Compartía mi camarote con 3 mujeres más. Como no te asignan cama y el que llega primero elige, me tocó la cama de arriba. Rosse, debajo de mi, me dejaba sentarme en su cama hasta que se hiciera la hora de dormir. A la mañana siguiente les hice una foto cuando salían de la estación. Iban cargadas con bultos en la cabeza. Las mujeres aquí cargan absolutamente de todo en esas más que acostumbradas testas. Me sorprende la estabilidad, no necesitan sujetarlo con las manos, los trastos se mueven con ellas sin ningún desequilibro. Nunca he visto que a alguna le cayera algo. Me quedo pasmada viéndolas andar como si nada llevaran.

Y luego los críos a la espalda. Son capaces de llevar fácilmente más kilos encima que yo con mis dos mochilas.

Especialmente curioso es la forma en que cargan aquí a los críos. No lo había visto nunca antes. Ellas se agachan un poco, lo enganchan de los brazos y se lo ponen a la espalda. Aun agachadas cubren con la toalla el niño y se la enrollan alrededor del torso. Primero fijan la parte de arriba, como quien sale de la ducha, y luego cubren bien al niño y se cierran la parte de abajo. Y por supuesto no necesitan ayuda de nadie. Yo pienso que si lo intento el crío se me escurre seguro ;-). Los niños, aunque a veces les cuelga la cabeza, parece que van encantados con las piernas bien abiertas. Ellos, como de costumbre en estas tierras, no rechistan.

Al llegar a Bulawayo Farai tenía que llamar a su hermana, pero no tenía batería y nos tocó darnos un buen paseo hasta encontrar un sitio donde la pudiera cargar. Yo me fui a buscar la oficina de información y turismo y pronto supe que no me iba a desagradar este sitio, pues estaba lleno de mercados y vida en la calle. En la oficina de información y turismo trabaja Mrs Val. Es una mujer blanca (de las pocas que se ven por la ciudad), muy mayor, bien maquillada ella, que me atiende amabilísimamente y me gestiona la excursión al Parque Nacional de Matopos.

Tuvimos que ir a coger la combi unas calles más abajo y Brenda, su hermana, nos esperaba en el supermercado del barrio de Montrose. Brenda llega con una peluca roja (se confirma la moda de las pelucas) y con Malcom a la espalda, una criatura hermosísima de un año.Tuvimos que andar todavía 15 minutos. Ya estábamos cansados de tanto deambular. Farai no me había dado mucha información sobre la casa de su hermana pero si que me comentó que creía que tenía dos habitaciones, aunque esta nueva casa no la conocía. Las casas tenían muy buena pinta, el barrio, aunque sin aceras, se veía residencial. Todas las casas con una zona ajardinada. Yo mientras camino me sorprendo de que la hermana pueda vivir en una de ellas. En el township de VicFalls, vi la casa de Farai por fuera y era de lo más sencilla, por no decir pobre. Brenda abre la verja de una casa con muy buena pinta y yo suelto: “bonita casa”, pero me dice que sigamos recto como hacia la parte de atrás del jardín. Allí encontramos una pequeña edificación feucha que consta de tres espacios y donde viven dos familias. Una habitación más grande en la que vive una pareja con 3 hijos y luego la habitación-casa de Brenda en la que vive ella con Malcom. La tercera estancia es el baño, con paredes y suelo oscuro y sin electricidad. La habitación de Brenda tenía una cama, varias maletas en el suelo, no ventana y una pequeña cocina portátil. Lo suficiente para vivir, ni más ni menos pero absolutamente poco para nuestras costumbres occidentales. Pero lo más sorprendente es que nos brindara un espacio en este su ya minúsculo hogar.

Yo me di una ducha y me bajé con el vecino de Brenda a la ciudad. Quedé con Farai en la oficina de información y turismo a las 16 horas. Luego nos encontraríamos con los gallegos, que también se apuntaban por la tarde a visitar un township de Bulawayo.

El vecino me preguntó donde iba y yo le dije que donde hubiera un mercado. Él me llevó y me quiso acompañar, así que aparcó y paseamos una larga calle adornada con coloridos puestos. Casi todos ofrecían lo mismo. Abundan los tomates, cebollas, patatas, una especie de col-lechuga y en menor cantidad se encuentran pepinos, pimientos, guisantes, aguacates…Me fascina la forma en que ordenan el género y en particular como presentan los tomates. Los venden por packs, no hay balanzas. Creo recordar que los de las fotos son 2 $ cada torreta de tomates pues son bien hermosos. Si son más pequeños puedes conseguirlos por 1 $. En cuanto a fruta resumo rápido: manzanas, naranjas y bananas. No hay más oferta.

Después del mercado, el vecino me dejó en la Art Gallery y pasee por la zona. Comí pollo con patatas en un fast-food local, y me dispuse a seguir andando un rato pero me entró el cansancio debido al sueño interrumpido en el tren. Así que me fui a un jardín y me tumbé a dormir. Tras 30 minutos me acerqué a la oficina de información y turismo.

Aunque Mrs Val me había recomendado ir a visitar el township llamado Mokokoba, Brenda y Farai dijeron que ese era peligroso y que íbamos a otro en el que Farai tenía otra hermana. Pregunto y me entero que son más de 15 hermanos del mismo padre, que tras algún divorcio y fallecimiento ha ido acumulando mujeres e hijos. De hecho la actual madre de Farai, a la que llama Mamá y que también siente como madre, no es quien lo engendró. Ella murió cuando él tenía 25 años.

El caso es que vamos a visitar a su otra hermana. Cogemos la correspondiente combi y nos plantamos en un barrio también con carretera asfaltada pero sin aceras, y con casas ajardinadas. Éstas se ven muy muy modestas y deterioradas, por no decir menos. Entramos en una casa, la puerta del jardín abierta y también la de la casa, pero no hay nadie. Parece ser normal dejar las casas abiertas, pues ellos no se extrañan. Nosotros los españoles alucinamos. Brenda nos muestra la habitación que hace las veces de vivienda de su hermana. Me sorprende que además de la correspondiente cama y pequeña cocina, ésta tiene cantidad de electrodomésticos: frigorífico, televisión, dvd y cadena de música. Comparada con la de Brenda esta es un resort.

Paseamos por el barrio, parece tranquilo y con vida en la calle. Algunos puestos en lo que hace las veces de plaza, una bomba para sacar agua y a continuación una cola para llenar grandes bidones, pues no hay agua potable en las casas. Un par de pequeños supermercados y un par de bares con todo el mostrador enrejado, cual celda carcelaria.

Volvemos a la casa y ya está la hermana con su niño. Es muy maja también. Charlamos un rato y hacemos unas cuantas fotos juntos.

Por lo que veo (solo una cama) y me confirman, es normal dormir todos en la misma cama: madre, niño, y padre si hay. Brenda nos dice que ella se puede quedar a dormir con su hermana y nos deja su casa. Parece que además de ser normal que duerman madre, padre y niño juntos, también puede unirse más gente. Le digo que no, que con unas mantas podemos dormir en el suelo y ella en su cama. Y nos las arreglamos.

Sobre la ciudad de Bulawayo, sin ser una ciudad bonita es un lugar agradable. Parafraseando a Reverte, es “una ciudad trazada a cordel”. En ella conviven horribles bloques de viviendas y oficinas e insulsas fachadas de supermercados, con magníficos edificios coloniales. Tiene un centro fácil de recorrer a pie aunque con las largas manzanas.

La gente sigue siendo encantadora, a pesar de ser ciudad la gente saluda como en un pueblo. Y está llena de vida. Ummm…me gusta!

  

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *