Kolmanskop ghost town y el comercio de diamantes

En 1908 durante la construcción de la línea férrea entre Lüderitz y Keetmanshoop un trabajador, Zacharias Lewala, encontró una piedra brillante y la entregó a su encargado August Stauch. Este confirmó que se trataba de un diamante, obtuvo una licencia para hacer prospecciones y estableció su propia compañía (German Diamond Company) para empezar a explotar la inesperada ganancia.

Kolmanskop se construyó para albergar a los buscadores de diamantes y a los trabajadores de las minas, ambos grupos se alojaban en zonas bien diferenciadas. Namibia era en aquellos momentos la colonia de África del Sudoeste Alemana y los principales ocupantes de la ciudad querían sentirse como en casa. La ciudad llegó a tener hasta casino, bolera, teatro, hospital, gimnasio… y algunas de las casas eran auténticas mansiones al estilo europeo.

Para entrar y salir de las minas los trabajadores atravesaban un escáner que pretendía controlar la posible extracción ilícita de diamantes. 

La ciudad disponía de una fábrica de hielo y en largos cubitos de hielo se repartía el agua a las casas mediante una locomotora tirada por mulas.

En los años siguientes numerosos buscadores de diamantes llegaron a Lüderitz.  La fiebre por los diamantes fue tal que se llegó a pensar que podía ser una amenaza y el gobierno alemán estableció el Sperrgebiet (en alemán «zona prohibida») que se extiende desde el sur de Lüderitz hasta la frontera con Sudáfrica, en la que se prohibían las prospecciones independientes y a aquellas que estaban en marcha se les obligaba a crear compañías mineras.

La bajada de las ventas de diamantes después de la 2ª G.M. y el descubrimiento de nuevos yacimientos de diamantes mayores y abundantes en Oranjemund, cerca del Orange River, ocasionó su ocaso y en 1956 la ciudad fue totalmente abandonada y quedó a merced de las arenas del desierto. Actualmente es una ciudad fantasma.

Tras la explicación de la guía de Kolmanskop, nos dejaron que visitáramos la ciudad. Todas las casas son visitables a excepción de la que era la escuela ya que está sobre una duna y hay peligro de desprendimiento. Es una gozada perderse por un rato y viajar en el pasado de este curioso lugar. Resulta sorprendente adentrarse en una casa absolutamente invadida por la arena y ver que se conservan todavía la decoración de las habitaciones, escaleras, lavabos, bañeras…La sensación de abandono es brutal, sin embargo es fácil imaginarse el esplendor de algunas mansiones. A veces la arena tenía las huellas de reptiles, pero no hubo sorpresas ;-).

   

Es apasionante y escandalosamente exclusivo el mundo del comercio de diamantes. Y es clave para un país como Namibia. Entre la información de la Lonely, lo que nos cuenta el guía y por supuesto Internet, os puedo resumir:

El comercio internacional de diamantes es único en comparación con el de otros metales preciosos, pues los diamantes no se comercializan como materia prima. El precio de los diamantes es incrementado artificialmente por algunos agentes clave y por el hecho de que no existe mercado de segunda mano. Históricamente la venta al por mayor y la talla de diamantes se ha circunscrito a unas pocas ciudades como Nueva York, Londres, Tel Aviv, Amsterdam.. aunque recientemente hay centros operativos en China, India y Tailandia.

En el caso namibio, en 1920 el alemán Ernst Oppenheimer adquirió la empresa de Stauch y otras empresas productoras de diamantes y se formó la Consolidated Diamond Mines (CDM) que fue administrada por De Beers South Africa y que tenía se central en Kolmanskop.

En 1994 CDM dio entrada a Nambed Diamond Corporation Limited (Namdeb) que pasó a ser propiedad en un 50% del Gobierno de Namibia y en un 50%  de De Beers Group. De Beers Societé Anonyme está registrada como sociedad en Luxemburgo y opera en Botswana, Namibia, Canada y Sudáfrica. Merece la pena para quien tenga curiosidad ojear su web http://www.debeersgroup.com.

De Beers mantiene un monopolio de las minas de diamantes y de la distribución de las piedras preciosas. Tiempo atrás se estimó que un 80% de los diamantes en bruto eran controlados por subsidiarias de De Beers aunque este porcentaje parece ser ha disminuido a un 50% en los últimos años, si bien la compañía sigue aprovechando su posición en el mercado para establecer precios controlados y desviar los diamantes a compradores preferentes en los mercados mundiales.

Ronney, nuestro guía, afirma que Namibia tiene que contar con De Beers para la explotación de sus diamantes porque esta compañía dispone de equipamiento de alta tecnología que hace muy eficiente el proceso de obtención de los diamantes, y por tanto comparte las ganancias de las valiosas gemas, con lo que el país no dispone de la riqueza que le correspondería.

Habréis oído que en los últimos años el mercado de diamantes ha sido objeto de críticas debido a la compra y venta de diamantes de zonas en conflicto, conocidos como diamantes de sangre (blood diamonds). En respuesta a esta inquietud de la opinión pública, el comercio internacional de diamantes ha sufrido una reordenación con el fin de evitar el tráfico de estos diamantes y se ha establecido un sistema de certificación conocido como Proceso Kimberley. Básicamente el mecanismo consiste en documentar y certificar la procedencia de los diamantes que se exportan. Si bien esta normativa entraña una clara limitación al principio de libre comercio a escala mundial, y por ello encuentra dificultades en su aplicación, se considera imprescindible para romper la relación reconocida por Naciones Unidas entre comercio de diamantes, conflictos armados y violación de Derechos Humanos.

Parece que algo que parece obvio e indiscutible es complicado de llevar a término… los insondables mecanismos de este mundo…

Un universo fascinante y sospechosamente escabroso, no viajer@s?

3 pensamientos en “Kolmanskop ghost town y el comercio de diamantes

  1. Niña pareces la chica la peli Diamantes de Sangre. Ni se te ocurra meterte en el bolsillo una piedreita con brillo que nos toca enviarte a Di Caprio a rescatarte, xD.

  2. Pingback: Una historia sin tregua | La llamada

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