Pues finalmente me decidí por seguir en Zimbabue, algo me unía a esta país. Me despedí del chico del cibercafé que me toqueteó el ordenador hasta poder conectarme (ya veremos si me va en otro sitio ;-))…, y de la mujer que me seguía sonriendo.
Pasadas las 17 hora me acercaba a la acera de las combis y nada más asomar a la calle donde estacionaban ya me estaban preguntando donde iba para orientarme sobre la combi. Me subí (o me subieron ;-)) a una, y como éramos dos gatos me salí a deambular. A estas horas cuesta más llenar una combi, pero si dicen que sale, sale!. Me convencieron para cambiarme de combi. Vino un chico diciendo que había otra que iba a salir antes (como a esas horas no hay mucho negocio la competencia es dura) y me dejé convencer. Cogí mis cosas y me subí a una donde una chica estaba sentada en el asiento delantero y enseguida me hizo sitio y me dio conversación.
El caso es que acerté con la compañía pero erré con la combi. Salíamos sobre las 18 horas en pleno atardecer, y después de más de dos horas de recorrido y las respectivas paradas quedábamos en la combi sólo unas 6 personas. Y de repente, ya noche cerrada, para en el arcén. Yo estaba enfrascada intentando sacar la navajita del asiento, pues se me había colado segundos después de ofrecerle a Nobesuthu, mi compañera, hacerle un sándwich, así que no me enteré de lo que estaba cociéndose hasta que Nobes me dijo que cogiéramos las cosas rápido que nos teníamos que bajar.
Intenté entender qué pasaba y resultó que el conductor había dicho que no seguía conduciendo, parece ser que no tenía permiso para ir más allá pero no estaba claro que fuera eso. Casi ninguno entendíamos nada, solo que estábamos tirados en medio de la carretera y teníamos que hacer dedo para llegar a Bulawayo. Reclamamos nuestro dinero, y nos devolvieron una parte. Yo me despaché a gusto con el chico que manejaba el tema de los billetes y le reclamé todo el dinero, quedaban todavía unas 4 horas para llegar a Bulawayo. Él se disculpaba, y decía que era cosa del conductor y mis compañeros de cuneta dijeron que estaba bien así. Les hice caso pero luego, al ver que apenas pasaban coches (combis por supuesto ninguna) y los pocos que pasaban ni paraban, me arrepentí!. Nos habían fastidiado bien!. Mis compañeros estaban disgustados pero tranquilos, confiaban en que llegarían tarde o temprano a Bulawayo. Me sorprendió su actitud, como diciendo: mala suerte pero a buscar solución mirando a la carretera!. No había apenas vida a esas horas y el pueblo que teníamos cerca eran 2 calles y poco más.
Nobes me adoptó y me dijo que me quedara cerca de ella para ver si cogíamos coche de las primeras. Muy pocos pasaban….pero ninguno paraban. Hasta que Douglas frenó. Iba con un amigo de copiloto y nos subió a todos. Si, sí, a todos! Ya sabéis la flexibilidad que hay aquí con el tema del transporte. El coche era bastante aunque no para 6, pero como para quejarse Nos acoplamos como pudimos, le dimos el dinero que nos habían devuelto de la combi y nos dispusimos a descansar.
Sería media noche al llegar Bulawayo, pero parecían las 2 de la madrugada de lo tranquilo que estaba todo. Yo pregunté si me podían acercar al hostel y me dijeron que sí. Genial! Así que les dije la calle de Backpacker’s Paradise pero no la conocían y yo había tirado el plano de Bulawayo pues no tenía previsto volver. Les dije que estaba frente al Politécnico y fuimos hacia allí. De repente para el coche y dicen: «Este es el politécnico». Pero el lugar nada tenía que ver con el que yo buscaba. Qué agobio! Douglas me dijo que no me preocupara que lo encontraríamos, así que después de descargar al resto nos fuimos otra vez de ruta, y esta vez tras varias vueltas e indicaciones sí que lo localizamos. Menos mal!. Era muy tarde, sobre la 1 de la madrugada, pero me abrieron, y tenían sitio en el pequeño dormitorio, donde ya dormía una persona. No os digo lo en casa que me sentí, después de tanto trajín, por fin un hogar! Douglas se esperó hasta que le confirmé que tenía sitio. Era un tío estupendo. Trabaja de comercial, por eso tiene un buen coche y era un hombre tranquilo. Me dio una tarjeta y me dijo que a ver si la vida nos volvía a cruzar.