Por la mañana me levanto con el mal del viajero: la diarrea :-). No cambio mis planes por ello, he tomado la decisión de irme. Decido ir a Bulawayo y luego a Harare y gestionar allí mi visado para Mozambique.
Salgo a la carretera sobre las 6:30 y tras esperar unos 15 minutos pasa un coche y me sube hasta la ciudad. El conductor, blanco, es muy amable e insiste en dejarme en las puertas de la combi. Me ofrezco a pagarle y me dice que ni hablar.
Un chaval me acompaña a comprar agua, no me atrevo a beber agua del grifo en mi estado. El chico me cuenta que viene de un sitio cerca del lago Kariba y que va a Victoria Falls a buscar trabajo, quiere probar como monitor de rafting. (Madre mía, con los que hay ya! No se si hay turistas para todos. La mayoría de los que conozco son free-lance y les llaman según necesidad. A pesar de todo no le desanimo, sino todo lo contrario). Al principio es majo, pero luego se me pega a rueda todo el tiempo, dándome conversación de forma forzada, a pesar que le digo que me encuentro mal. Además me mira con cara de pena como pidiendo algo. En mi estado no estoy para aguantar esto y no sé qué espera de mí. No me gusta su actitud.
Al principio soy capaz de hacer algunas fotos por el recorrido, pero luego el viaje empieza a ser de órdago porque me voy encontrando peor. Al llegar a Cross-Dete y cargar la mochila para buscar la siguiente combi estoy floja y hace mucho calor. Toda cargada me tropiezo y me caigo en plancha con toda la carga encima. Por un momento me planteo llamar a Jose Luís y quedarme en Dete a recuperarme, pero mis compañeros me ayudan y cogemos un autobús que llega al poco tiempo. Pero lo que llega es lo bueno, ¡el minibús está lleno y nos toca quedarnos de pie en el pasillo!. Yo no aguanto, lo que me faltaba! estoy al límite de mis fuerzas. Le pido a la chica que tengo al lado, en la tira de 1 solo asiento que me deje un huequito, la chica me dice que sí sin problemas y cuando le digo que es que estoy un poco mala, toda decidida se levanta y me ofrece el sitio. Le digo que no, que lo seguimos compartiendo. Sube una mujer con una niña en brazos y con bolsas. ¿Va a hacer el viaje de pie y con la niña en brazos? Madre mía! Le digo que si quiere puedo coger la niña y encantada me la suelta. La cría al principio se queda un poco parada, parece tímida, pero al rato, se acomoda y cae dormida. En la otra fila, asientos de dos, hay un hombre y una mujer. Él es muy simpático, me pregunta cosas y me orienta sobre las distancias a Bulawayo. Pero no para de beber cerveza. La mujer en el bolso guarda las latas, que hace tiempo dejaron de estar frescas y él bebe una y luego otra. Si digo 8 creo que me quedo corta. Y lo peor, las tira por la ventana. Sufro cada vez que lo veo. Con la mujer apenas habla, es particular la situación. La chica de mi lado se baja, Aleluya! pues quedan al menos 3 horas para Bulawayo y hubiera sido insoportable en esa postura.
Sorprendentemente a pesar de las incomodidades parece que me encuentro mejor. Debo haber tocado fondo y ahora solo se puede ir a mejor. ;-). O que cuando hay otras necesidades mayores, como subsistir a un duro trayecto para alcanzar una meta, los males pasan a un segundo plano. Cuando tengo un asiento para mi sola pienso que no se puede ser más afortunada en esta vida, aunque tenga que compartirlo, pues le ofrezco un pedazo a la madre de la niña que aun llevo en brazos. Poco después la madre de la niña coge sitio y se lleva a la niña. Sigue habiendo gente de pie. Al rato sube un señor mayor con lo que debe ser su nieto, un niño de unos 6 años. Se quedan de pie, y ofrezco mi regazo al crío. Clifford, mi vecino de las latas de cerveza, se parte. Me dice que se nota que me gustan los niños, pero luego el hace lo mismo con otra señora que sube con un crío de un añito. Lo coge y al rato se le pone a llorar, me dice que se asusta de él, le digo que es al principio, que luego se acostumbran. Nos reímos un rato.
En una de las paradas el abuelo le compra al niño una bolsa de patatas fritas. Patatas, no papas, patatas fritas grasientillas metidas en una pequeña bolsa. Creo que es su comida, solo patatas :-(. Yo temo esos dedos grasientos, pero el niño es cuidadoso y yo luego le pido papel a la presunta mujer de Clifford, pues he visto que donde guarda las cervezas tiene un rollo de papel higiénico. Con eso limpio los dedos al crío. Sube otra familia, esta de una aldea, las mujeres polvorientas, y le ofrezco un huequito a un niño también de unos 5 años, que cae dormido al instante. Tanto el abuelo del niño como la madre del otro me dan las gracias varias veces. Y yo se las doy a ellos.
Al llegar a Bulawayo Clifford me dice que los vienen a recoger su hermano y que me acercan donde quiera. Les pido que me dejen en el Ayuntamiento, me quiero acercar a la Oficina de Información y Turismo y saludar a Ms. Val, a la que conocí el año pasado. Me despido de Clifford y de su mujer, confirmado que es, pues se la presenta como tal a su hermano. Se ve que no hubo boda o este hermano no acudió. Clifford es estupendo, me dice que nos demos los datos para no perder el contacto y así hacemos.
Creo que ya estoy prácticamente recuperada…
Buf… viatges llargs amb el gran «enemic» del viatger… quina combinació més fatídica! Menys mal que et vas recuperar al llarg del viatge! Besets
Va ser prou dur, però després sempre hi ha una recompensa ;-), bss