Hoy domingo, hasta las 13 horas no cojo el vuelo, así que por la mañana sigo paseando por Pemba. Recordemos que Pemba (denominada Porto Amelia en la época portuguesa) es la capital de Cabo Delgado y la ciudad más importante del norte del país, y Cabo Delgado es la provincia mozambiqueña fronteriza con Tanzania.
Tomo la Avenida Eduardo Mondlane. Apunto que en todas las ciudades de Moz te encuentras una Avenida Eduardo Mondlane y una Avenida 25 de Setembro. Para entender porque estas dos placas dan nombre a las más importantes arterias de una ciudad mozambiqueña basta recordar que el 25 de Septiembre de 1964 Eduardo Mondlane, activista de FRELIMO (Frente de Liberación de Mozambique) declaró el inicio de la guerra de la Independencia de Portugal. Fue el principio del fin del colonialismo.
El caso es que tomo la Avenida del activista político, que os muestro a la derecha, y paso por la casa del Gobernador. Hay un militar armado en la puerta que me hace separarme del muro. Me parece una medida exagerada y decido bajarme de la acera. La residencia ocupa una gran manzana y desde luego no tiene nada de austera. Por supuesto no me atrevo a importunar con mi cámara.
Algunas de las calles que desembocan en la avenida están sin asfaltar. Unas sí, otras no, no sé cual es el criterio.
El singular campo santo
Me acerco al cementerio, lo mencionan en la guía. No sabía que esperar y me sorprendo. El campo santo es especial, un lugar de paz, absolutamente inmaculado y con las mejores vistas de Pemba. Descubro los frangipani trees, esos árboles de hoja caduca que a semejanza de los cipreses en España, flanquean muchos cementerios. Ahora, al ser todavía invierno, no presentan hoja pero son igualmente hermosos.
Las sepulturas se reparten en diferentes cuadrantes. Se aprecia bastante uniformidad entre las tumbas, no hay grandes mausoleos, todas de blanco calcáreo sobre arena rojiza, que frente al imponente cielo azul ofrecen un entorno fantástico y a la vez que terrenal sobrenatural. Las lápidas cristianas y musulmanas comparten lugar de descanso, como anticipando que en el más allá no hay clases por religiones, ni discriminación posible. Un grupo de inscripciones más espartanas y uniformes corresponden a las de soldados muertos en la Primera Guerra Mundial. Las nacionalidades son diversas, sudafricanos, alemanes, portugueses, etc.
Los trabajadores del cementerio me hacen todos los honores, dos chicos me acompañan durante el recorrido y luego se unen unas trabajadoras que se encargan de mantenerlo todo limpio. Me cuentan que quien las ha contratado y les paga, su patrón, es un portugués que tiene aquí a su mujer enterrada. Es una bonita historia: Aunque lusos de nacimiento la pareja vivía en Mozambique. La mujer enfermó de cáncer y fue a Portugal para tratarse pero no logró superar la enfermedad, si bien sus restos volvieron a África para reposar en el que había sido su hogar: Pemba. El hombre quería que los restos de su amada reposaran en un lugar pulcro y aseado y se dio cuenta de que mantener impoluta la sepultura de su mujer no tenía sentido mientras que el resto del terreno presentara aspecto de abandono y suciedad. Por tanto decide sufragar los salarios de un pequeño ejército de limpiadoras para cuidar todas las sepulturas. Estas personas hacen un gran trabajo, está precioso. Están realmente agradecidos a su patrón y muestran con orgullo su trabajo.
No me dejan ni un momento, me despiden en la puerta y me piden el teléfono, yo como siempre prefiero tomar el suyo. Con una gracia increíble una de las mujeres me pide una contribución
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Por favor visitadlos cuando vayáis por allí, y veréis lo que son personas agradecidas. Descubriréis un lugar sagrado y el mejor espacio para un eterno descanso. Esta necrópolis es alegre y está llena de color. Transmite vida, como Moz, como África…