Decidí que cogería el tren nocturno a Harare tras volver de la visita a Matobos. Así que nada más llegaron a recogernos para ir al Parque Natural de Matobos y tras pedir permiso a los compañeros de viaje, le comenté al conductor-guía si me podía acercar a la estación de tren a por el billete a Harare, pues en la guest-house me informaron de que no lo podía dejar para la tarde pues me quedaría sin sitio. Como esto no es Europa no hubo problema y aunque al llegar había una cola considerable, el guía habló con un señor, que creo que trabajaba allí, y por un extra-dólar me plantó la primera de la fila y compré el billete 😉
Con pena de nuevo, como en todas las separaciones, me despedí de Farai. Él tenía que volver a Vicfalls y yo seguía con mi viaje. Ha sido un buen guía y amigo, aunque mi presupuesto al final se ha visto un poco maltrecho. Al final me ha tocado invitar hasta a su hermana ;-), es lo que tiene ser blanco y tener algo de dinero ante unos salarios zimbabueses tan irrisorios. Farai en un mes de buenas ventas puede llegar a ganar 500 $ y la vida aquí no es nada barata, os lo digo. Quiere venir a España pero lo tiene bien difícil, no sé la de años que necesitará ahorrar para ello. Pero ha merecido mucho la pena, he conocido mejor este país, un viaje distinto, el de estos días, al que hubiera hecho sola.
Esa noche pretendía coger el tren a Harare. Me subí al camión-safari con el que había contratado el día en Matobos. Conmigo viajaban una pareja de canadienses, una pareja de escoceses y Sara, una chica inglesa. El guía-conductor era Jonathan.
Matobos, a 35 kilómetros de Bulawayo, es un parque natural con un paisaje característico. Esas rocas graníticas ubicadas sin orden y en formas y equilibrios inconcebibles junto con la espesura amarilla confieren a este lugar un aire único
Una parte de su totalidad es game-park que quiere decir que es un lugar para la observación de vida salvaje. Y dimos buena cuenta de ello porque empezamos el día fuerte con un gran «game». Divisamos unos rinocerontes. El guía contactó con un par de trabajadores del parque y nos recibieron en un camino armados con unos prismáticos y una escopeta. Bajamos del coche y fuimos paseando al encuentro con uno de los Big Five. Y los vimos!. Aunque al ser rinocerontes blancos no se consideran dentro de los Big Five (el black rhino sí) son impresionantes, y más desde tan cerca y estando nosotros a pie. Lástima que los altos arbustos limitaran nuestra visión y las fotografías.
Matobos atesora historia por ser un lugar donde se lidiaron batallas y porque aquí se ubica el santuario de Cecil Rhodes personaje inglés que es ineluctable en la historia de este país. Él eligió para sus restos el punto denominado The View of the World, (la vista ó el observatorio del mundo) desde donde la panorámica es imponente.
Cecil Rhodes nació en Inglaterra en 1853 y acudió a la escuela inglesa hasta que debido a una enfermedad que le afectó a los pulmones fue a vivir en 1870 a Natal (Sudáfrica), donde vivía uno de sus hermanos. Allí despuntó rápido. Alcanzó el puesto de Primer Ministro de El Cabo (la actual Capetown) y avanzó desde el sur hacia el interior de África alentado por la ilusión de encontrar un filón de oro tan enorme como el que se encontró cerca de la ciudad de Johannesburgo. Sus principales, y no nobles ;-), objetivos eran enriquecerse y ampliar el imperio británico. Su ambición era abarcar para Gran Bretaña desde El Cabo hasta El Cairo. Su sueño no se completó pero logró conquistar para Gran Bretaña Rhodesia del Norte (Zambia), Rhodesia del Sur (Zimbabue) y Niasilandia (Malawi) financiando las campañas militares mediante la compañía que fundó en 1890 y que llamó la BSCA (Compañía Británica de Sudáfrica).
Por mucho desagrado que me produzcan los planteamientos de este ambicioso, despiadado e imparable colonizador, hay que reconocer que el lugar que eligió para sepultar sus restos es imponente y su visita inexcusable. Parece que realmente amaba este lugar… aunque no a sus gentes.
El día fue completo, por la mañana visitamos The View of the World y trepamos una montaña para alcanzar una cueva con hermosísimas pinturas rupestres y de paso admirar unas grandiosas vistas. Al bajar nos esperaba un suculento almuerzo. Lo necesitábamos!
Por la tarde de nuevo game-drive y nos sorprendimos encontrando un gran grupo de hipopótamos fuera del agua, pero que nada más vernos se lanzaron hacia la laguna como descosidos. Tuve que ser rápida para conseguir unas instantáneas ;-).
Algunas de las rocas o agrupaciones de curiosas rocosas han ido adoptando nombres curiosos según nos cuenta Jonathan. Desde luego, dan para dar rienda suelta a la imaginación, algunas tienen formas muy sugerentes, de otras sencillamente impresiona cómo diantres se pueden mantener en pie cuando parecen estar a punto de despeñarse. Un desafío a la gravedad en toda regla!. Una de las más entrañables es ésta de la derecha: «la madre con el niño en la espalda». Realmente es una estampa de cómo las mujeres transportan a sus criaturas en este país.
Bien viajer@s, ya hemos recorrido Matobos!…dejamos Bulawayo…