Dura jornada de transporte hacia el norte

El camino fue arduo porque saliendo a las 5 horas de mi guest-house no logro alcanzar mi nueva guest-house en mi destino, Nkhata Bay, hasta las 19 horas de la tarde, y el viaje ha sido de los cañeros. A las 5 horas me recoge en Cape Maclear una moto que en aprox 1 hora me deja en la parada del bus en Monkey Bay. Esta es la parte más cómoda del viaje ;-).

El bus está lleno y me toca ir en el pasillo las 2,5 horas de recorrido hasta Salima, donde tengo que enlazar con el bus que viene de Lilongwe y que va hacia Nkhata Bay. En Salima compro algo para desayunar y a esperar en la estación. Se retrasa mi bus pero me entretengo con la actuación de los vendedores ambulantes cuando llegan otros autobuses. Se lanzan a la desesperada. Los autobuses son altos y aquí no pueden subir, pero están preparados para llegar al cliente: los de refrescos llevan su cajón para subirse en él, los de agua y una especie de flash, llevan sus cañas con las bolsitas listas para estirar y coger, otros cargan con huevos cocidos en unas torres de envases de cartón… Son pocos minutos los de la parada por eso hay que aprovechar y no se puede improvisar. Deben tener unos músculos increíbles estas personas, algunos levantan casi 10 kilos solo con un brazo.

Cuando se va el bus los refrescos vuelven a las neveras y ellos pueden reposar un rato en las pequeñas sombras de la estación. Paseo un poco mientras que ellos descansan. Varios puestos de patatas y ensalada, la fast food estrella en Malawi!. Abundan en todas partes y la gente la consume con ahínco. Lo sirven en un bolsa de plástico, las patatas bien calientes con un poco de ensalada, todo mezcladito y grasientillo. En fin, una delicia ;-)! Pregunto a uno de ellos si me permite hacer una foto y me dice que sí, al momento me salen unos cuantos de no sé donde como gritando y enfadados por lo de la foto, y al instante me piden dinero. Yo me pongo chula, no he hecho nada malo, he pedido permiso, pero los otros en pleno mediodía han bebido y quieren lío. Uno de los que están por ahí me dice que me vaya por si acaso. Vuelvo a mi sitio de la estación.

Finalmente llega el bus tras una retraso de 3 horas. La buena noticia es que llega, la mala es que está hasta los topes. Mi temor ya no es ir de pie, sino poder subir al bus. De aquí a mi destino quedan unas 6 horas de trayecto.

La gente subía al bus cuando todavía había gente bajando y tantos unos como otros cargados con trastos. En un principio pensé en esperar a que bajaran pero veía que no todos hacían como yo, así que yo no iba a ser menos y me subí. Una auténtica locura , tuve que trepar por trastos y personas Fue una verdadera lucha por subir y coger un trozo de pasillo para ubicarme de pie. Ni os lo imagináis, yo que estoy acostumbrada a este tipo de transporte no daba crédito. ¿Pero nadie con sentido común se le ocurrió organizar algo como primero bajar y luego subir? Pues no en este caso! Yo no pude dejar mi mochila en ninguna parte, así que en el pasillo la planté y la gente que intentaba avanzar hacia el fondo pasaba por encima. Suerte que Melissa, una americana y la única blanca que había en el bus, tenía asiento y se ofreció a ayudarme con la mochila pequeña. Pues así calculo que estuve unas 3 horas, hasta que empezó a vaciarse el bus y tuve un sitio. Todavía quedaban 3 horas de recorrido.

Conseguí inmortalizar cómo habían ocupado sitios con los bultos. Jamás he visto nada igual. Melissa y yo no entendíamos que pasaba con los maleteros que todo bus tiene, porque parece que no los estaban usando. Y no penséis ni por un segundo que había algún orden en la ubicación de estos trastos. Si el que baja en la próxima parada tiene que coger la de abajo del todo se tarda lo necesario para desmontar el petate y luego volverlo a montar. Y os aseguro que lleva tiempo. En fin, la palabra caos se queda corta.

El bus era el más destrozado que he visto por aquí, los asientos se soltaban, los reposacabezas rotos… (abajo tenéis el mío), y todo bien sucio. El suelo lleno de porquería, porque a las 7 h. se puso en marcha en Lilongwe y los restos de comida y envases que no habían ido a la naturaleza se habían quedado en el bus bien esparcidos.

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No sé lo que pasaba en este bus, pero la gente no sonreía, creo que estaban cansados y hartos del viaje y eso que aquí se adaptan a todo. Yo la verdad con la intensidad y agotamiento del trayecto quizás no estaba tampoco muy inspirada para conectar con las personas. No obstante conseguí un sitio al lado de Mel y charlamos largo y tendido. Es una tía estupenda, trabaja en Nueva York pero también ha invertido en Nkhata Bay, tiene unas granjas donde da trabajo a viudas de la zona. Luego vende lo que producen. De Malawi conoce poco, llegó a Nkhata Bay y ya no necesitó ver más porque le conquistó el lugar. Intenta combinar el desquiciante N&Y con la paz que su hogar aquí le da. Tiene una pareja que es un local que se hace cargo de las granjas cuando ella no está. Me ayuda a encontrar transporte hasta la guest-house, dice que si no encontramos me acompaña caminando, pues son las 19 horas y ya es noche cerrada. Me dice donde se aloja, quedo en ir a verla mañana o el día siguiente. Nos despedimos. Da gusto encontrar gente así, no creéis viajr@s?

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