Paseando por Pemba, capital de Cabo Delgado

Seguía mi recorrido hacia el norte. Para hacer noche en Pemba tenía que coger la primera combi que salía de Ilha, y eso significaba de nuevo madrugar. A las 3:30 me recogían en la puerta de Ruby y comenzamos a dar vueltas, por lo menos 1 hora, hasta que se acabó de completar. Aun de noche salíamos de lha y ya de día me dejaban en el cruce de Monapo, donde pasaban los buses a Pemba. Allí me soltaron en un cruce de carreteras. Enseguida me orientaron y me tuve que desplazar hasta donde había un grupo de personas, al decirme que iban a Pemba me pegué a ellas. La estrategia es siempre la misma, como nunca hay indicaciones de los lugares de parada del transporte público, al llegar al supuesto punto intento preguntar a alguien si va al mismo lugar que yo, y si es así me pego a rueda ;-). No hace falta decirles nada más. E.llos ya se encargan de avisarme de cuando viene y demás. El bus a Pemba no tardó mucho en llegar y afortunadamente encontré sitio. Al poco de subir me ofrecí para coger una niña que estaba con su madre y su hermano pequeño en el pasillo. La madre tomó a la cría de un brazo y la levantó por los aires hasta que alcanzó mi asiento. Después de sentarse, la niña, lo primero que hizo fue sonreírme. Al poco rato se durmió.

          

Cuando entramos en Pemba, casi me bajo en la primera parada, menos mal que la chica de mi lado me preguntó donde iba, y luego fuimos juntas un trecho hasta el centro y me dejó muy cerca del hotel. Otro chico también venía pues se me había ocurrido preguntare sí sabía de un sitio con wifi y decidió acompañarme a un lugar con Internet. Así son por aquí ;-).

El Hotel Cabo Delgado está de reformas y me desviaron al Residencial Lys, un lugar un poco más allá. No solo no tenía ningún encanto sino que era un poco deprimente y caro. 850 Mts (casi 30 $) una habitación con ventilador. Luego tuve que pedir que me cambiaran porque mi habitación era una auténtica sauna. Casi sudaban las paredes, y sin embargo el pasillo era fresco. El lugar no es que estuviera sucio, pero limpio tampoco estaba. El baño era compartido y a base de cacitos de agua. Nada de ducha.

Me lavé con cacitos y fui a buscar un sitio para comer. Di con un restaurante somalí. Arroz con una especie de salsa de carne picada, la verdad que muy buena. Los dos chicos que regentaban el local eran muy majos, charlamos un rato. Me dicen que hay bastantes somalíes en Pemba. Al poco llega un grupo de hombres y se sientan en mi mesa. La mayoría son de Sudán. Me cuentan que dos de ellos están recorriendo África en camello y me enseñan fotos. Se les ve pudientes. Charlamos, son muy divertidos. Me preguntan y les cuento de mi viaje. Sienten mucha curiosidad de ver una blanca sola por aquí. Quieren fotos conmigo e insisten en pagarme la comida y el refresco. Son encantadores. Me invitaron a ver los camellos pero como estaba un poco lejos y quería pasear un rato les dije que no me venía muy bien. Después se fueron y pregunté a los del restaurante por un sitio con wi-fi cerca del restaurante. Ellos me ofrecieron gratis el pin que usaban y me dijeron que ellos no lo necesitaban, así que me pedí otro refresco y navegué un rato.

Después me acerqué a Paquitequete, un barrio pintoresco según la guía. De lo poquito de interés en Pemba, porque en realidad estoy aquí para llegar al Archipiélago de las Quirimbas. En concreto a la isla de Ibo.

Paquitequete está sobre una colina mirando al mar. Es un barrio totalmente tropical y también humilde rozando la pobreza. Las casas son de paja y los techados de macuti, la hoja de palmera. No hay aparentemente infraestructuras de ningún tipo. Desde arriba las vistas son preciosas. Bajando encuentro un pequeño mercado de pescado, y una gran explanada con una mezquita al fondo. Empieza a anochecer, me acerco a la playa y está animadísima. Al ver a un blanco al momento los tengo a todos encima. Se ve que los turistas se quedan en la playa de Wimbi que está a unos kilómetros del centro y no acostumbran a pasear extranjeros por aquí.

             

Unas señoras están al fresco y se alegran de verme por ahí. Son muy amables y me dejan fotografiarlas. Me preguntan por mi vida. Al rato me dicen que no me demore mucho, que está anocheciendo y hasta el centro tengo un paseo. Me impresiona como estas personas piensan en mí, son como mis madres en África. Vuelvo caminando y charlando con un hombre que trabaja en una empresa de logística y me cuenta que su familia está en Maputo, a la friolera de casi 2.500 kilómetros.

          

Para cenar compro un pollo con patatas de un take away para tomarlo luego en una especie de comedor que hay en el hotel. No sirven comida y parece como abandonado, pero al menos tienen mesas y sillas. Pienso que el hotel es muy del estilo de los que relata Javier Reverte en sus libros. Una italiana con profesor mozambiqueño aprende portugués en la sala, me dice que está trabajando en un tema de investigación. El resto de huéspedes son gente mozambiqueña, todos negros.

Boa noite viajer@s, mañana descubriremos Ibo..

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