Las varias Maputos

Dos veces estuve en Maputo, bueno tres para ser exactos, pero dos de ellas pasé el día allí. La ciudad me pareció agradable y llena de vida. Como me habían advertido, es una de las capitales más interesantes del sur de África. Las impersonales Windhoek y Gaborone hacen hasta interesante Harare, y al lado de todas éstas Maputo es una ciudad con encanto.

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La primera vez fui en coche con Pepe y Andrés, a comer a casa de unos amigos de Pepe. Me fascinaron esos grandes bloques de hormigón sin encanto pero con personalidad esparcidos por el aire, rodeados de bajas edificaciones y vestidos con esos enormes y coloridos anuncios en sus medianeras.

La segunda escapada fue a pasar el día y me llevé a Chico y a Marcelo. Se lo propuse y ellos inmediatamente dijeron que sí. Antes del sí yo ya sabía que aceptaban, el brillo de sus grandes ojos los delataba.

Cogimos la chapa, todo gana en intensidad si empleas transporte público. No has conocido Asia o África si no has vivido en sus pobres y machacados vehículos.

Yo aprendí de los africanos a negociar que dos niños ocupan el sitio de un adulto en la chapa. Se reía el cobrador al verme blanca y con esas, desconocía el joven mi parte de alma negra ;-). El mismo cobrador que al principio se resistía a aceptar el trato luego me pidió el teléfono, y yo le ofrecí la guía para que lo apuntara. La agenda va in crescendo.

Los niños se miraban y se sonreían, y la gente nos miraba con esa falta de discreción que me fascina de los africanos. Hicimos transbordo en Casa Branca y nos subimos a un autobús. Estaba lleno, al principio nos quedamos de pié y con pocos asideros. Me preocupé de que Chico y Marcelo no fueran al suelo en uno de los frenazos. El bus era un auténtico trasto y había un atasco increíble. Un señor me avisó de que se liberaba un sitio para que me fuera hacía allí con los niños. La gente siempre pendiente de echar una mano, son entrañables.

No tenía muy claro donde bajar, pero la gente me siguió ayudando. El plan era acercarnos al mercado de artesanía de los sábados, comprar mi billete para Vilankulo y pasear por la ciudad.

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Los niños se portaron estupendamente, a pesar de la locura del mercado con un montón de vendedores que nos marearon con la variedad de sus productos, ellos aunque con cara de cansancio y desconcierto no protestaron. Era tiempo para comer y dimos con un restaurante local al que nos guió un señor que paré por la calle. Un pollo con patatas, sus cocacolas, unas camareras encantadoras y muy cariñosas con los pequeños y vecinos de mesa conversadores, hicieron de la comida un rato inolvidable.

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Después paseamos por el mercado. Es un mercado muy nuevo y un poco oscuro, no tienen la gracia de los mercados coloridos al aire libre, aunque hay cosas interesantes, como estos cangrejos. Alrededor tiendecitas con más sabor y todo tipo de productos. Especial la de los pelos, no me pude resistir a la foto de familia.

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Los niños me avisaron cuando vieron el coche-tienda de esta mujer. Anticiparon perfectamente mi emoción ante esa visión. La mujer era encantadora, charlamos sobre lo práctico de la idea y ella posó con gusto junto a su tiendita sobre ruedas. Os digo, estos africanos son una caja de sorpresas, hacen virtud del aprovechamiento y del decoro con el que organizan sus modestas cosas.

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Cuánta gente me preguntó si eran mis hijos perdí la cuenta, nos miraban curiosos y yo les explicaba nuestra relación. Algunas señoras me decían con su gracia que les comprar pantalones a los crianças. Yo me reía.

Nos acercamos a la estación de trenes, uno de los edificios más importantes de la ciudad, herencia del estilo Eiffel trasladado a Maputo por uno de socios. Lástima que no viéramos ningún «comboio», a los niños les hubiera encantado. El edificio es precioso, pero casi fantasma, pocos trenes la frecuentan, el tendido ferroviario parece que es reducido y vive del pasado.

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Maputo, una urbe de 1.590.000 habitantes son muchas Maputos juntas. A veces me recuerda a la Habana por su deterioro y edificios de corte marxista, otras tiene el sabor de Asia con esos tuk tuks y mercadillos extendidos, también es muy africana y europea. Y hasta le vi trazas de Buenos Aires. No ostenta riqueza pero sí atesora historia y vida.

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Rompe la teoría que alguna vez imaginé de que las capitales deben de estar lo más centradas posibles en el país, geográficamente hablando. Mozambique pasó de una capital al norte en Ilha Moçambique, a otra al sur-sur, Maputo, a poco más de una hora en coche de la frontera con Sudáfrica y Swazilandia.

El corazón de la ciudad se centra en Baixa, la gran área por donde nos movemos, que acaba enfrentando al mar en la Bahía de Maputo

Me llamo la atención los nombres de sus calles: Salvador Allende, Ho Chi Min, Karl Max, Mao Tse Tung, Vladimir Lenine (conocido como Lenin), políticos socialistas y máximos exponentes del comunismo en el mundo. Y por supuesto como no, grandes avenidas para eternizar a Eduardo Mondlane, Samora Machel, 25 de septembro y 24 de Julho. Recordemos, el primero el libertador del país, activista de FRELIMO (Frente de Libertação de Moçambique) declara la lucha por la independencia contra Portugal el 25 de septiembre de 1964. Tras ser asesinado mediante una carta bomba en 1969, Samora Machel acaba cogiendo el testigo en la contienda y es quien el 25 de Junho de 1975 asume la presidencia del país tras conquistarse la independencia. El 24 de Julhio de 1975, el presidente de Moçambique decreta la nacionalización de la salud, la educación  la justicia.

Aquí la Praça da Independência con el Conselho Municipal (ayuntamiento) de estilo neoclásico y Casa de Ferro, diseñada por Eiffel a finales del siglo XIX para albergar la residencia del gobernador con un exterior inadecuado para condiciones tropicales.

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Es un gusto pasearla, ningún atisbo de peligro. Si bien la Maputo nocturna requiere mayor cuidado, otros viajeros han descubierto el sabor de una ciudad animada y floreciente que completa las múltiples caras de la capital africana. La tenemos pendiente, viajer@s…

Interesante siempre la visión de J. Reverte Maputo, por Javier Reverte

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