Tofo

Tofo es otro de los destinos turísticos señalados en Moz. No entendí bien por qué, la sombra de Bazaruto planeaba con fuerza….La playa era bonita y tranquila, por no decir desierta, pero era eso, una playa

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Llegué sobre las 14 horas, aunque estaba hambrienta decidí dejar los trastos antes en la guest-house y luego relajarme comiendo. Me alojé en Fatima’s Nest, estaba casi vacío, empezaba la temporada baja. Aunque la dueña, Fátima, creo que era portuguesa, era perfectamente comparable con los negocios regentados por los sudafricanos: zonas comunes con estilo, todo al aire libre, una plantilla importante de personal un poco impersonal, algo cansados de los turistas diría yo. Me gustan más los sitios pequeños, pero total no iba a quedarme mucho.

Para llegar había cogido autobús a Maxixe, justo al bajar el pequeño ferry a Inhambane, luego paseito hasta la estación de autobuses, localización de la chapa, encajarme en ella (literal ;-)) y marcha a Tofo. El ferry se explica porque Tofo está en el extremo de una pequeña península y es más rápido combinar ferry y chapa que el transporte terrestre desde Maxixe a Tofo. El trayecto era magnífico, con gran surtido de palmeras a un lado y a otro, montículos de cocoteros perfectamente dispuestos para su observación, fascinantes como siempre… A mi lado subió un padre con una niña de unos 6 años. Carecía de la sonrisa de los niños africanos, el padre enseguida me leyó y como disculpándose me dijo que estaba enferma: Malaria. La niña ardía, no sé si alguna vez he tocado un cuerpo con tanta calentura. Maldita enfermedad sin cura definitiva! Yo sin el Larian sobrevivía al paludismo a base de continuo untamiento anti-parásitos y la constante mosquitera nocturna, pero no todos parecen tener ese derecho, los pobres no… La cría era monísima y no tenía fuerzas ni para quejarse, la tuve que sujetar mientras el padre bajaba, me despedí rezando para que se recuperara. Sigo con rabia por estas injusticias!

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Volviendo a Tofo, por suerte todo está al alcance de la mano, rápidamente encontré un sitio para comer que me encantó, era una terracita para mi sola, pues era tarde. La televisión a todo trapo. Absolutamente maniática del volúmen pedí que por favor bajaron la voz, no hubo que consultar a otros clientes. Me pidió permiso para sentarse un chico que tenía algo que ver con ser dueño y estaba estudiando para unos exámenes. Tardaron lo suyo en servirme tras adaptarme a uno de dos únicos platos posibles, así que me dio para conversar con el chaval, de su vida, mi viaje, Tofo, Moz…

La tarde la pasé en el mercadito junto a la playa. Empecé a pensar en los regalos, ilusión y preocupación a la vez, significaba muchas cosas: que se acercaba una despedida, que alimentaba mi vena consumista, el mal de cap de cuadrar los detalles….

El pequeño mercado de Tofo es una monada, tienen de todo. Lo primero esas frutas y ese color, me compré una papaya, aquí tienen un sabor inolvidable. La vendedora muy simpática, me permitió unas fotos y me guardó la pieza para que no fuera cargada. Y luego artesanía y todo lo que a un turista puede interesarle Yo fiché unos pantalones de capulana. Me encantaron, pero me los quería probar sin probador a la vista. No fue problema, los dos chicos que llevaban el negocio, con sus espaldas y unos fulares me hacían de biombo. Superado el vestidor faltaba el espejo, del que carecíamos. Ellos me decían que me quedaban estupendos pero no me fiaba del punto de vista nada imparcial de unos vendedores mozambiqueños ;-). Uno dijo que venía en un instante con un espejo. Solucionado entonces!. Llega al momento con un espejo tamaño colorete roto e incompleto, me partía, qué artistas son. Como siempre hay plan B me llevaron a una máquina expendedora de coca-colas donde el vidrio reflejaba algo mi imagen, un algo insuficiente para mi objetivo. Un extranjero, yo diría que israelita que había por ahí, ante la situación se sintió libre y opinó. Y yo los compré.

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Me concentré tanto en las compras y el regateo que olvidé recoger la papaya, cuando me di cuenta había cerrado el mercadillo de frutas. En el baño compartido de la guest-house conocí a una belga, charlamos un rato, hubiéramos hecho buenas migas pero nos faltó tiempo. Le gustaba la papaya, así que le expliqué como recuperarla, ahora era suya.

Dude hasta el último momento sobre irme al día siguiente o quedarme, en la balanza un día más en Matola o descansar en la paz de Tofo. Ganó lo primero. Compré el billete de la chapa que gestionaba la guest-house, al parecer no había buen transporte hasta Maputo y ellos lanzaban un charter desde este alojamiento al que tienen en Maputo. El madrugón estaba garantizado, noche cerrada, 4 a.m. un rubio con melena y pinta de americano o australiano también esperaba. Al escuchar mi portugués me pregunta si era española. Sorprendéntemente también lo es.

Kike me supera en aventuras, viaja con otro colega en un velero y llevan cuatro años recorriendo el mundo. Ahora en su recta final, planean la vuelta atravesando el punto más meridional de África, el cabo de Agujas, y a continuación el cabo de Buena Esperanza. Llega la chapa y a partir de entonces siete horas de historias, aventuras, reflexiones… Tras un buen rato de viaje cruzamos datos, es de Valencia… y seguimos alucinando, somos vecinos, vive en El Carmen ;-). Ya veis viajeros, cerca y lejos… ese pequeño gran pañuelo que tenemos como mundo…

 

 

 

 

 

 

 

 

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