Travesía a Quirimbas Archipiélago

Igualando algún otro de los ya habituales madrugones, a las 3:40 estaba saliendo del Residencial Lys para acudir a la parada por donde pasaban las chapas para Quirimbas. Realmente la chapa llega hasta Tandanhangue, donde esperan los barcos para cruzar a Ibo, la isla base del Archipiélago de las Quirimbas, y a donde vamos. En la parada sólo estaba el guardia de seguridad de la tienda de la esquina, pero aunque de noche la calle no estaba desierta. Se intuía un tranquilo despertar de la ciudad. Como siempre, pregunto, y el guardia me confirma que aquí es el lugar y que en breve llegarán. Y así es!. Pero lo que lleva es un camioncillo con la parte de atrás al aire aunque techada y con dos líneas de bancos de madera. Uff, un viajecito de unas 5 o 6 horas, así no sé, no sé… Parece que adivinan el pensamiento porque el cobrador (por fin salió el nombre para esa figura) me dijo que podía ir al frente, junto al conductor. Poco después subió Ester, que se sentó a mi lado. Resulta que ella es de Ibo y entonces vamos juntas hasta el final. Las dos la mar de contentas 😉

Un poco de paciencia

A continuación empezamos a dar vueltas por la ciudad para ir recogiendo a personas, porque claro, había que llenar el vehículo. Entre vueltas y paradas se nos hacen las 6 de la mañana y sin avanzar un mínimo en nuestro camino, ya que todavía no hemos salido de Pemba. Es increíble, lo sé, una prueba de fuego para la paciencia. Lo único bueno es que he podido elegir sitio y he aprovechado para dormir un poco. Cambiamos de conductor y la buena noticia es que nos ponemos en marcha. Por fin salimos! Pero la mala es que va a coger un camino alternativo para evitar varios controles policiales que hay en la carretera principal. En una de las paradas, ya de día y casi de camino, compramos provisiones, yo un bizcocho que luego está buenísimo. El rodeo nos supone 1 hora más de camino. Vamos sumando horas 😉 y por si fuera poco va y pinchamos. De perdidos al río. Y eso que dependemos de las mareas para cruzar a la isla pues sólo con marea alta circulan los barcos.

DSC_0554El pinchazo, como siempre, no supone al parecer gran contratiempo para nadie. Se aprovecha para las necesidades menores, se observa el trabajo del cobrador y de los ayudantes espontáneos y se conversa entre viajeros. Hay cierta complicación porque el vehículo está un poco encallado en la arena, pero con un poco más de tiempo el tema se soluciona.

No os he dicho como iba la parte destinada a los pasajeros: Rebosaba personas y mercancías!!. Cuando cogí confianza con el conductor, Abumaza (reproduzco el nombre como él me lo pronunció) me confesó que la chapa era suya y que tenía capacidad para 30 pasajeros pero que en este viaje eran más, lo cual es una buena noticia para él (y no tanto para los pasajeros) siempre que no le pare la policía por este motivo.

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La carretera y el camino

Aquí las carreteras están más transitadas por personas que por vehículos. Desde que empieza a haber algo de luz, hacia las 5 de la mañana, hasta que la oscuridad es dominante. El colorido y el movimiento es magnífico. Las más de las veces van cargados. Las mujeres, esas verdaderas artífices del aprovechamiento de la cabeza como extremidad para la manipulación de cargas atraen siempre mi interés y el del objetivo de mi cámara.

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DSC_0569El camino es a excepción del primer tramo camino sin asfaltar y con altibajos. Me pregunto como irán mis compañeros de atrás. Me giro y el ambiente es estupendo. El paisaje es precioso, como he sido privilegiada con una asiento con vistas (en la parte de atrás no hubiera podido apreciarlo) lo puedo disfrutar y hasta hacer fotografías. De nuevo los baobabs nos regalan su fantasmagórica visión, su singularidad y su elegancia. Sigo pensando que son casi humanos y que algo nos quieren transmitir.

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Mis compañeros

Abumaza tiene dos mujeres, cada una en una casa, dice que no quiere más. Coincidimos en que mantener dos casas es mucho dinero y que la poligamia sale cara.

Me cuenta también que tiene dos carros (coche en portugués). El otro lo conduce un empleado al que le paga 7.000 Meticals al mes, unos 175 €, trabajando todos los días del año. Él mismo, aun siendo el dueño, tampoco descansa los fines de semana, solamente las fiestas señaladas. Respecto al trabajador, le pregunto que pasa cuando enferma y no puede conducir, y me dice que en ese caso le sigue pagando.

Ester me cuenta que trabaja de funcionaria en una oficina del gobierno. Sorprendentemente no está casada y eso que tiene más de 30 años. Dice que ella no tiene prisa, hasta dar con el acertado no se casa. Ella es muy graciosa, en una de las conversaciones me sale diciendo que los negros son complicados, no acabo de entender y le pregunto. Dice que sí, porque dicen una cosa y luego es otra. Dice que los blancos no mienten, siempre dicen la verdad, si se tarda una hora es una hora, si este es el precio, es el precio real. A mi me hace mucha gracia y le intento explicar (todo en mi estupendo portuñol) que los blancos también mienten, que quizás los que ella conoce, turistas o dueños de establecimientos, son serios en eso, pero que blancos y negros, son igualmente personas, y como tales, hay de todo y algunos blancos mienten mucho. No sé si la he convencido, me hizo tanta gracia la absoluta convicción con que lo dijo…

La mandioca

Una parada es la de la mandioca, me recordaba al tren a Nampula porque los vendedores la ofrecían con ahínco y los pasajeros se liaron a comprar mandioca. La mandioca es el principal ingrediente de la sima en Mozambique, mientras que en Zimbabwe principalmente la elaboran con maíz. También Abumaza compró y me dio a probar un trozo de mandioca cruda. La verdad que está muy bueno. Compartimos lo que teníamos, yo unos cacahuetes y unas carlotas, él no decía que no a nada. Ester sí, parece que se privaba para guardar la línea.

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La logísitca de las paradas

A medida que avanzábamos salían al paso pequeñas aldeas al pie del camino, y entonces empezaban las endemoniadas paradas. Son todo menos rápidos. Baja el pasajero, a veces va a su casa a buscar ayuda para descargar (pero nada de ir corriendo, si no con normalidad), luego vuelve a la chapa y dice al cobrador cual es su mercancía. Entonces hay que ver como la sacamos porque estará metida a presión en algún sitio o varios pasajeros montados en ella. Todos colaboran activamente, pero las demoras se suman y duplican el tiempo de trayecto.

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DSC_0659Por fin el mar

Hacia las 11:30 alcanzamos el maravilloso Baobab que marca el fin del camino, y el comienzo del mar. Los dhows, los barcos que emplean mayoritariamente aquí para el transporte fluvial, nos esperan para llevarnos a Ibo. Yo sigo a Ester y la ayudo con lo único que me queda libre, las manos, porque ella ha comprado bastante durante el viaje, aprovisionándose para su tiempo en la isla.

La subida al barco implica andar un rato con el agua hasta las rodillas o hasta casi la cintura. La única preocupación salvar del agua las mochilas. Parece que lo logro.

Estoy tan intrigada con lo que me voy a encontrar en Ibo… no atisbo a imaginar como será. Estos son uno de los mejores momentos del viaje, conjeturar sobre qué me voy a encontrar, o sencillamente no fantasear y dejar que la próxima estación te sorprenda. Para mi apasionante…. Y luego al llegar, observar bien alrededor, olfatear el lugar y sentir….Ummm me gusta!

Paro mis pensamientos pues durante la tranquila hora de trayecto al azar del viento pasan cosas en el dhow: Un niño estaba sentado en una parte del barco. Por un momento pensé que estaba solo, pero alguien le hablaba desde la proa. Debe ser un familiar con el que viaja. En la travesía el niño sin avisar, empieza a devolver, y después de ver el vómito es cuando empieza a llorar. El que parecía familiar se acerca a él y se preocupa de limpiar con agua del mar el líquido y apenas alivia al niño. Estuve a punto de coger a la criatura, que indefenso lo vi, pero antes le pregunté si era el padre y me confirmó que si. Quise respetar el papel del padre y no seguí mi instinto de ofrecerle una mano o mi regazo.

Luego y aún me arrepiento, debí haber hecho algo, ese padre no parecía saber qué hacer con la criatura…

 

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